martes, 22 de julio de 2014

Ocho encuentros de escritura para hombres

Hace tiempo que estoy planeando este espacio. Un espacio donde, a partir de la lectura de textos literarios, los hombres puedan escribir sobre los temas que los ocupan en el siglo XXI (la paternidad, el amor, el trabajo, las pasiones, entre otros).

Estructurar un texto para ser leído por un lector distinto de nosotros requiere de un trabajo de coherencia, de asociación de ideas, de argumentación que es inherente a la escritura. En esas relaciones, ampliaciones y digresiones surgen nuevas ideas, ideas que antes de escribir ni siquiera pensábamos que teníamos. La escritura genera pensamiento. Estoy convencida. Los invito a este nuevo taller: escribir y leer desde una perspectiva casi exclusivamente masculina. El casi es culpa mía.


lunes, 23 de junio de 2014

SCRIBERE - Newsletter Literario

Con Guadalupe Wernicke y Florencia Esteva publicamos mensualmente este newsletter, cuyo objetivo es acercar a los lectores textos que cuestionen las certerzas que tenemos a la hora de pensar la escritura. Aquí subo los primeros tres números. 





martes, 13 de mayo de 2014

Nuevo taller: escritura para jóvenes


Jóvenes: 

¿qué es la juventud? Un bum bum constante en el corazón, un madrugar con zapatillas puestas; montañas rusas, todos los sueños por delante, ojos bien abiertos, un alfajor de dulce de leche, la emoción de pasar la rompiente. Tengas la edad que tengas.

Escribir es muchas cosas: crecer y, al mismo tiempo, detener el tiempo. Pero sobre todo buscar la voz, la palabra, el tono, el sentido, la música. Lo propio.

El taller está planteado para los que están cerca y los que están lejos, a través de una doble modalidad: presencial y virtual vía Skype, FaceTime, Hangout o lo que sea que haga que podamos estar real o virtualmente juntos en el tiempo.




2 encuentros mensuales:  los viernes de 14 a 15.45 en San Isidro (Formosa y Avellaneda).
Costo mensual: $280
Próximo encuentro en mayo: viernes 23.


martes, 11 de febrero de 2014

El tejido del agua (2013)

¿Por qué escribir? Habrá muchas respuestas a esta pregunta gastada y habrá puntos en común, seguramente, entre ciertos escritores. Sin embargo, cada escritor tendrá una génesis particular, una marca en su ADN, un sueño o un llamado que lo lleve a escribir. Siempre me gustó más el por qué que el para qué; encuentro al segundo una rebaja del deseo. No sé para qué se escribió este libro; no sé para qué escribí parte de este libro. Sé, en cambio, que tengo imágenes que me persiguen como alas de pájaros; sé que en ningún lugar soy tan yo como cuando escribo; sé acerca de su dificultad y sé también el placer que siento cuando la página se va tiñendo de negro y aparece lo escrito. Aquí va mi primer intento de convertir el por qué, las alas, la dificultad y el placer en algo tangible. 

martes, 7 de enero de 2014

Agradecimiento al señor que vino a visitarme el 1 de enero pasado




Vino 2013, saludó, se sacó el sombrero, lo dejó colgado en el perchero, se sentó en el sillón del living y empezamos a charlar. Lo miré desconfiada, como suelo mirar todo lo que no conozco, pero vi cómo posaba su mirada sobre las cosas y empecé a sentirme más tranquila. Se detuvo un largo rato en las rosas blancas que se chocan con la ventana del living y me dije que nada malo suele venir de un hombre que puede quedarse en silencio mirando unas flores blancas. Se acomodó, puso las patas sobre la mesa, y me di cuenta de que tenía tiempo de sobra y que había venido para quedarse. Me confirmó mis sospechas cuando me dijo que pensaba quedarse 365 días en casa. Le ofrecí uno de los cuartos de arriba; pareció gustarle. Como se estaba haciendo de noche y no sabía si había viajado mucho hasta llegar a casa, le ofrecí algo para comer, temerosa de no poder satisfacer sus necesidades. Tomó solo un té, y luego se fue a dormir. Dormí poco, inquieta con un extraño en mi casa, temiendo las peores cosas. A la mañana me desperté sin ganas, cansada, con poca paciencia para entablar una relación que iba a durar 12 meses. Cuando bajé, 2013 ya no estaba, había salido. Me quedé sola, esa y varias mañanas más: me despertaba, y él ya había salido. A la noche, cuando volvía de trabajar, 2013 ya estaba en su cuarto; los ojos de Ramón parecían decirme otra vez te lo perdiste. Luego de varias semanas, nos encontramos una mañana de lluvia. Me había propuesto levantarme antes que él. Desayunamos juntos y me contó sus planes: me entusiasmaron. De a poco, empezamos a hacer cosas juntos. En general, lo que a él se le ocurría era más osado de lo que yo me animaba a hacer, pero había algo en su determinación que hacía que yo lo siguiera. Me invitaba a caminar a veces por caminos que bordeaban el bosque; otras se hacía de noche y perdíamos el sendero. A veces cambiaba la geografía, y pasábamos del frío al calor. O cruzábamos un puente. O una montaña. Cuando llegábamos a casa, compartíamos la comida y después nos separábamos. Él se iba a dormir con su seguridad, y yo me quedaba abajo, acariciando a Ramón, y pensando en cuál sería el programa del día siguiente. Tengo que confesar que algunas mañanas me hice la dormida y dejé que él se fuera solo, pero después de dos o tres días de aislamiento, me torturaba pensando qué cosas me habría perdido por no seguirlo. 
Ahora que ya se fue, pienso en todo lo que me dejó y se lo agradezco: ciertas experiencias quedaron grabadas en mi computadora, hay fotos de algunas aventuras colgadas en la pared, y un libro mío en un estante de la biblioteca. Pero, sobre todo, quiero agradecerle a 2013, que en su compañía sentí la posibilidad de crear cosas nuevas.

Ahora estoy con 2014 y es una bellísima mujer. El año que viene les cuento.

Paula Levallois